La próxima vez que participes en una mesa de blackjack, a medida que cuentes las cartas que se añaden y quitan del mazo y, con suerte, consigas algo de dinero entre mano y mano, dedica unos minutos a darle las gracias a Edward O. Thorp. Se trata de un profesor universitario de matemáticas que pasó a ser todo un genio del mercado de valores al inventar el conteo de cartas. Además, escribió el best-seller “Beat the dealer” (Vence al crupier) y hoy en día se le considera el padre del juego con ventaja moderno.
Cuatro años antes de que Thorp publicara su libro en 1962, ya analizaba métodos para ganar la ruleta y ya había creado la primera estrategia básica de cartas del mundo: esos pequeños rectángulos laminados podían indicar a los jugadores el modo correcto de ganar en el blackjack. Tal y como cuenta en su nuevo libro, “A Man For All Markets” (Un hombre para todos los mercados), en 1958, Thorp y su mujer decidieron pasar las vacaciones navideñas en Las Vegas, donde aprovecharon para jugar al blackjack...
En esa época, el blackjack era un pasatiempo en el que los jugadores no tenían ninguna oportunidad de ganar dinero a largo plazo. De hecho, con frecuencia perdían grandes sumas de dinero debido a su arriesgado y aleatorio método de juego. Sin embargo, Thorp, totalmente inmerso en el mundo de los juegos y las matemáticas, había empezado a analizar un enfoque para jugar al blackjack que más tarde se conocería como la “estrategia básica” y que habían ideado cuatro hombres de las fuerzas armadas estadounidenses. Este método reducía la ventaja de la casa a un 62
Thorp se sentó con una cuenta de $10 y su carta casera, que le indicaba cómo proceder en todas las manos posibles frente a la carta abierta del crupier. Antes de abandonar, le quedaban $8,50, y seguía manteniéndose optimista con respecto a sus posibilidades de ganar el juego. Los crupieres y demás jugadores se burlaban de él por consultar su carta y hacer jugadas aparentemente absurdas, como jugar tan solo un 18 frente al 9 del crupier, que más tarde se convertiría en el patrón a seguir. “El ambiente de ignorancia y superstición que rodeaba a la mesa de blackjack aquella noche me convenció de que incluso los mejores jugadores no eran conscientes de los fundamentos matemáticos en los que se basaba el juego”, escribe en su libro. “Volví a casa con el objetivo de encontrar una forma de ganar”.
En la biblioteca de la UCLA, donde trabajaba sin descanso para el departamento de matemáticas, Thorp analizó las cifras y llegó a la sorprendente conclusión de que el juego del blackjack cambiaba según las cartas que quedaran por repartir. En 1959, Thorp consiguió una cátedra en el Instituto de Tecnología de Massachusetts. Tras aprender a programar el ordenador principal del centro, creó un sistema para realizar un seguimiento de las cartas que ya se habían repartido, de forma que se subiera la apuesta cuando el resto de cartas presentara ventajas para los jugadores, y se bajara y desviara de la estrategia básica cuando las matemáticas consideraran que dicha acción podría ser correcta.
En resumen, inventó el sistema que utilizan los contadores de cartas hoy en día. En 1961, una vez que Thorp hizo públicas sus conclusiones, se asoció con dos empresarios de Nueva York que deseaban realizar una prueba en Reno, NV. Invirtieron un total de $10.000 (el equivalente a $80.000 en 2016). En poco tiempo, Thorp pasó de $50 a $500 en un juego con una única baraja que se repartía hasta el final. Los propietarios de los casinos, molestos por su modo de ganar, decidieron rotar a los crupieres con frecuencia para evitar que el matemático ganara de forma invariable. No cabía duda de que el sistema de Thorp funcionaba.
Sin embargo, pasados algunos días, empezó a experimentar el suplicio de los contadores de cartas que deseaban seguir sus pasos. “El casino nos prohibió que jugáramos”, escribe. “Le pedí explicaciones al jefe de sala. Me dijo, de una forma educada y amistosa, que me habían observado mientras jugaba el día anterior y que no podían entender cómo ganaba en todas las jugadas con un índice superior en comparación con el tamaño de mis apuestas. Habían llegado a la conclusión de que tenía que usar algún sistema”.
Y llevaban toda la razón. Al final, consiguió $11.000 de beneficios con tan solo 30 horas de juego (en la actualidad, esa cifra equivaldría a $88.000 de beneficios, aproximadamente $3.000 por hora). En verano de 1961, Thorp escribía “Beat the dealer”, un libro que daría a conocer al mundo su innovadora estrategia para jugar al blackjack haciendo uso de un método matemático que desmontaba las mesas de cualquier casino. El libro se convirtió en todo un best-seller. Numerosos fanáticos del blackjack siguieron sus preceptos y ganaron grandes fortunas.
Sin embargo, los casinos no llevaban bien las pérdidas y Thorp, que había empezado a trabajar como profesor en la Universidad de Nuevo México, decidió recurrir a los disfraces para burlar a los astutos supervisores y al personal de seguridad. Tanto él como su libro llegaron a figurar en reseñas de las publicaciones Sports Illustrated y Life. Los ejemplares se agotaban rápidamente en las librerías. Los magnates de los casinos, desconcertados, celebraron una reunión secreta en el Desert Inn para encontrar una solución al asunto de Thorp y de aquellos que se habían inspirado en él. Las Vegas Sun, el periódico local de la ciudad del pecado, tomó represalias con una historia que trataba de desacreditar el conteo de cartas.
Como era obvio, el periodista se equivocó. Tras el libro de Thorp, comenzaron a emerger equipos de blackjack como el famoso equipo del MIT, inmortalizado en la película “21”. Algunas tácticas más avanzadas, como la estrategia del Big Player (en la que alguien acude a una mesa y solo apuesta cuando el conteo es positivo), dispararon los beneficios y dificultaron la detección de sus maniobras. Tal y como escribe Thorp, “un representante de la Gaming Control Board me bloqueó, engañó y traicionó y, además, me consideraron persona non grata en las mesas. Sentí satisfacción y gozo al infundir pánico a los peces gordos. Me complacía saber que, con tan solo sentarme en una sala y hacer uso de las matemáticas puras, podía cambiar el mundo que me rodeaba”.
En 1964, a medida que se disparaba el juego con ventaja, Thorp cambió el blackjack por un reto aún mayor: el gran casino de Wall Street. Tras reconocer que “jugar era como invertir, pero más sencillo”, decidió hacer frente a ese juego, aún más desafiante e importante, cosechando sumas monetarias que sacaran partido de las ineficiencias y redujeran los beneficios del juego con ventaja a mera calderilla. Sin duda, tal y como ha demostrado con sus éxitos en el blackjack y el mercado de valores, “los grandes inversores normalmente son buenos en ambos ámbitos”.